jueves, 26 de enero de 2012

Vuelven los hombres



El partido de ayer fue de los que hacen vibrar, o crean afición, como decían antes. Y podría no haberlo sido, ciertamente: se estaba vendiendo la película de un Madrid yendo al matadero, a intentar derrotar a la Brasil del 70 combinada con el Milan de Sacchi, pero con jugadores más simpáticos, más listos y, sobre todo, con valores. Muchos de los madridistas que decían en sus tuíters y féisbuks creer en la remontada matizaban que era “una locura”. No entendían que el negocio del Madrid es la épica, y tampoco que las diferencias futbolísticas con la Farsa se habían enjugado hace tiempo, pero se había visto debido a factores distorsionadores en los últimos choques. Sin embargo yo ya lo advertía desde primera hora de la mañana: si el Madrid era el Madrid y los hombres hombres, podían pintarle la cara a la Farsa, como había pasado toda la vida de Dios.

Yendo al juego en sí sé exactamente por qué nos comimos a la Farsa ayer, pero así fue. ¿Jugamos más juntos? ¿Pusimos más tíos sobre el farsante que llevaba la pelota? ¿Fue simplemente que nos sacudimos la tensión? Lo ignoro… la verdad es que empezar un partido teniendo “todo perdido” y además sabiendo que si te marcan un gol no pasa nada demasiado grave, puede influir mucho sobre una mentalidad. Se dio la circunstancia curiosa de que casi volvemos a marcarles en el primer minuto, pero sinceramente creo que fue mejor fallar, pues sospecho que, nuevamente, el Madrid no habría sabido gestionar esa ventaja tan inmediata. Además, esto nos dio ocasión para mostrar al mundo cómo se apabulla a la Farsa en su guarida, sin “suerte” ni circunstancias raras. El espectacular misil de Özil al larguero fue el ejemplo de nuestro agresivo dominio; esa “violencia futbolística” que pedía al Farsa cierto cretino unas horas antes. Aportó de nuevo un Kaká cuya mejoría no tiene mucho misterio: cuando está bien físicamente es un gran futbolista.

En esa primera parte falló la definición, especialmente por parte de un Higuaín que gozó de ocasiones muy claras. Sin embargo, cebarse con él es injusto: lo mismo que ayer falló, otras veces mete goles casi imposibles; y además, para fallarlos hay que estar ahí. Que no defina como Van Nistelrooy de joven no significa que no sea un delantero de talla mundial, pieza fundamental del equipo. La Farsa estaba desbordada, pero también tenía sus llegadas; faltaba más, jugando en casa. Al final la balanza quiso inclinarse del lado culerdo, y Messi, llegando por la derecha, hacía llegar el balón a un Pedrito desmarcado que adelantaba a su equipo muy cerca del descanso. La verdadera mala suerte, no obstante, llegó tres minutos después: falta a la izquierda del área madridista, tangana culerda marca de la casa y, tras el saque, gol bello y afortunado del despreciable Alves. 2-0 al descanso y tremendo castigo para un Madrid que había dado lo mejor de sí.



Lo vivido hasta entonces había sido intenso, pero creo que lo realmente especial se vivió tras la reanudación. Al fin y al cabo, el Madrid podría haberse dejado ir ; con su enorme primera parte ya “había cumplido” y no le quedaba nada que demostrar. Pero no iba a ser el caso: tras unos diez primeros minutos titubeantes, empezó a verse que los locos blancos aún se lo creían. No sólo eso: aun con bajas claves, tenían fútbol para superar claramente en su casa al “mejor equipo de la historia” como los ignorantes le llaman. Pero necesitaban el gol, la chispa que les devolvería definitivamente la vida. Yo sabía que si metíamos dos goles antes del minuto 70 todo sería posible, pero el tiempo parecía volar, impasible y cruel. Sin embargo, tras un saque lateral de falta conseguimos marcar gracias a un espléndido cabezazo de Ramos. ¡Ya teníamos puesta la directa! Pero no: Teixeira dijo que el tanto no valía, que no existía. ¿Por qué? “No sé, he visto algo, un agarrón, una lucha, uno que se ha caído; por si acaso, no vale”. El típico arbitraje español: cargándose partidos de la década por sospechas de falta.

Daba igual. Cuando un equipo tiene calidad, empuje y una misión, sigue jugando hasta marcar los goles que necesite. Özil, que ayer hizo un partido antológico, habilitó un estrecho pasillo por la derecha a CR7, que el mejor goleador del mundo aprovechó espléndidamente, corriendo hasta que todos quedaron detrás de él, incluido el portero, y empujando,por fin, nuestro primer gol. El Real explotó de alegría, y el Barsa sospechaba lo que se le venía encima: la eterna máquina blanca que tantas generaciones culerdas han sufrido. Hicieron falta sólo tres minutos más para que Benzema, nuestro delantero mágico, pusiera el empate con un gol finísimo, controlando un balón áreo y rematando después sin dejarla caer. ¡El segundo en el minuto 71!

Y de repente el tiempo ya no fue rápido, sino lento, muy lento: se convirtió en “tiempo fútbol”, que sólo los buenos aficionados conocen, y en el que cada minuto parece cinco, por la emoción y el disfrute. A un solo tanto de la hazaña y perdidos todos los complejos, ya sólo quedaba el intercambio de golpes, y que ganara el que quedara en pie. Apretamos hasta el último segundo, con un esfuerzo notable y de agredecer. Hasta Alonso estuvo mejor, para mí, de lo que he leído por ahí, incrustado en la defensa y mandando buenos pases. Y Casillas, ¡¡por fin!!, comprendió que pasarla con las manos a un compañero es infinitamente más productivo que lanzar melones al infinito. Nada tengo que reprochar a ninguno de los nuestros; si acaso, a Pepe su dichoso gesto de “protegerse”, que es la excusa perfecta para que medio-hombres disfrazados de futbolista se tiren al suelo con terribles gestos de dolor. Sin embargo, la jugada con Cesc (que sí, fue falta) propició uno de los momentos más gloriosos de la última década: la Farsa empezó a hacer los típicos gestitos de pararse, de bajar los brazos, como diciendo “venga, tienen que echarla fuera”, pero el Madrid… ¡¡siguió jugando!! Qué espléndida actitud: “paren ustedes si quieren, nosotros estamos hasta los cojones de teatro”. Tuvo que ser Teixeira el que detuviera el juego, de forma totalmente injustificada.

A este hombre, por cierto, lo defendí antes del partido. Sobra decir que me equivoqué. Nuestros árbitros son o muy malos, o muy cobardes o muy corruptos; pésimas opciones todas ellas. A mí me tranquilizaría creer que simplemente son malísimos, incluso estoy dispuesto a admitir que la segunda tarjeta de Ramos es sólo una interpretación muy estricta del reglamento, pero… ¿qué pensar cuando en una mitad con cinco cambios se añaden tan sólo tres minutos, cuando en esa prolongación un jugador está un minuto en el suelo obviamente simulando, y cuando, a falta de cinco segundos pitas el final sin permitir que el equipo que intenta remontar saque una falta a favor? Y aquí, seas culerdo o del equipo que sea, hace falta un mínimo de honestidad: quien haya visto tres partidos en su vida sabe que es rarísimo pitar el final siquiera un segundo antes si el resultado no está decidido, y que más bien se suele dar una jugada o dos extra (¡¡como pasó en el primer tiempo, sin ir más lejos!!). Lo siento, pero es casi imposible no ver cosas turbias.

Y con todo, nos fuimos como hombres y héroes de un Campo Nuevo que estuvo acojonadito hasta el último segundo, rememorando costumbres centenarias. No estoy contento con la eliminación, ojo, soy un madridista orgulloso. Pero cualquiera pudo ver que el supuesto abismo futbolístico era pura ficción, y que en un hipotético cruce de Champions les podemos ganar con claridad. A los que dudaron, a los que no creyeron, a tantas ratas que quieren matar a un entrenador que es la carne y la sangre de este equipo, que la chupen, que la sigan chupando. Somos grandes, fuertes y esplendorosos.

Somos el Madrid.

¡¡HALA MADRID!!
Madridistas de Firgas.

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