martes, 3 de abril de 2012

Cada minuto 7 en el Bernabeu




A la bonita edad de 8 años, Raúl ya había ido unas cuantas veces el Santiago Bernabéu.

Siempre le había maravillado la forma de vivir los partidos, la gente por la calle esperando la llegada de la guagua del club, los cánticos de los aficionados en los alrededores del estadio… los cánticos. Había uno en especial que recordaba pero que no llegaba a entender. “illa, illa, illa, Juanito maravilla” resonaba en su cabeza pero no lograba entender el porqué. Hace unos años preguntó  a su padre que qué era lo que gritaba el Bernabéu en el minuto 7 de cada partido porque para él era ininteligible, pero ahora en su cabeza rondaba la duda. “Tuvo que ser muy bueno” pensaba Raúl porque cada partido se repetía el mismo homenaje que ni siquiera el acto de marcar un gol hacía cambiar el grito al estadio.

Toda la semana previa al partido, en la televisión, en los periódicos que leía su padre veía referencias a Juanito. De hecho recordaba que algún jugador apelaba a su espíritu cuando las cosas se ponían mal. Su espíritu. Un escalofrío recorría su cuerpo. “a lo mejor le pasó algo” pensaba mientras subía las escaleras que daban acceso al vomitorio donde se encontraban el asiento de su padre y el suyo. Pensativo, recordaba que su padre se quedaba horas delante de la televisión viendo imágenes o vídeos con un cierto color desgastado. Recordaba la imagen de un hombre fuerte, feliz, con una camiseta del Madrid y diciendo cosas que hacían dibujar una sonrisa en el rostro de su padre.

Una vez que estaban sentados y mientras veían calentar a los jugadores, empezaron a aparecer imágenes de ese hombre con un siete al lado y con toda la inocencia del mundo, preguntó a su padre: “papá, papá, ¿quién fue Juanito? Su padre desde hacía tiempo esperaba esa pregunta. Había vivido sus partidazos y sus polémicas, su juego, sus goles, pero sobre todo, su madridismo y su coraje. El padre le contestó:

-          Mira hijo, Juanito fue un jugador del Madrid que murió en un accidente hace muchos años cuando volvía a su casa después de ver un partido en este mismo campo. Desde entonces se le rinde homenaje porque fue muy querido y sobre todo muy madridista – detalló su padre.

-          Pero, ¿por qué a él y no a otros? – le preguntó Raúl poniéndose colorado ante la pregunta que acababa de hacer ya que algún aficionado le miró y le sonrió.

-          Raúl, Juanito estuvo diez años vistiendo la camiseta blanca. Empezó de pequeño en el Atlético de Madrid y estando después en el Burgos, fichó por nuestro equipo. Parecía que estaban destinados a unirse  - seguía el padre – y así lo demostró todos estos años. Puede que escuches hablar de sus locuras, de su temperamento, pero eso a día de hoy se recuerda con el cariño del aficionado que vio a un hombre darlo todo por su equipo, vivir la camiseta y el escudo como si lo hubiera criado él mismo. Porque hay  equipos que crean leyendas, pero hay jugadores que hacen leyendas a sus equipos y éste era uno de ellos. Cuando peor se ponían las cosas aparecía el carácter de Juanito para levantar hasta a los aficionados de sus casas, porque para él nada había más grande que el club al que tú como aficionado representas. Porque hay jugadores que pasan de uno a otro club pero hay otros que se quedan en el corazón de la gente por sus palabras, por su afición, por su amor. Hay cosas que el dinero compra, pero no puedes obligar a nadie a rendir, entender y sentir la camiseta como hacía Juanito aún ni estando jugando en nuestro club o cuando era entrenador. Juanito jugaba con el miedo, con el factor mental para hacer agachar la cabeza a los rivales porque su estímulo era la camiseta blanca y su premio ganar para este club – Raúl le miraba con los ojos como platos -. Por eso y por muchas cosas oirás cánticos de este jugador que de otros no lo harás, porque Juanito llegó y mucho a la afición. Cuando seas grande verás que generación tras generación se recordará su nombre y esa es la deuda que el madridismo tiene y tendrá con un gran madridista.

Raúl quedó satisfecho. No hacían falta los datos de sus goles, ni los minutos, sólo las palabras de un padre lleno de orgullo por haber visto a tamaño madridista pasear y alardear del club que durante 10 años disfrutó de él. Aún era pequeño para entenderlo del todo, pero entendía que un pedacito de su corazón madridista lo llenó un hombre con el 7 a la espalda. Y la forma de responderle era esperar con ansia al minuto 7 y cantar a a vo en grito, de pie, “¡¡illa, illa, illa, Juanito maravilla!!”

¡¡HALA MADRID!!
Madridistas de Firgas.

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