viernes, 25 de mayo de 2012

Con dos cojones, Felipón


Llega por fin la dichosa final de Copa, un partido antipático por muchos motivos, el primero de ellos por la fecha, demasiado tarde. Tendría que confirmarlo, pero creo que es el último partido profesional de esta temporada en Europa entre equipos de primera división. ¿Quién tuvo la estupenda idea de programarlo diez días después de la Champions, con todo terminado y con la mayoría de los equipos de vacaciones? Luego, por supuesto, está el temita o temazo del que al principio nadie quería hablar, pero que al final ha sido demasiado clamoroso: el bochornoso espectáculo antiespañol que con toda probabilidad van a ofrecer las aficiones de Farsa y Athletic. Sobre eso, las opiniones están divididas entre aquellos que quieren que sólo se hable de fútbol (considerando los silbidos al himno un derecho o estando secretamente  encantados con ellos), y los que proponen una serie de soluciones entre lo ineficaz y lo imposible (tocar el himno muy alto, repetirlo hasta que se callen los trogloditas). También está el hijoputismo extremo de algunos, con la explicación universal de todos los males del fútbol: la culpa es del Madrid.

La Federación ya ha dejado muy claro que el partido (su negocio) no se suspenderá, demostrando que se pasa por el forro de los cojones el ultraje a los símbolos nacionales (¿a alguien le sorprende viniendo de Villar?). Así, parece que no existe forma de preservar el honor de la patria, pero hay una, y muy simple: todo está en las manos (o en los pies, por decirlo mejor) de nuestro principito, Felipe de Borbón y Grecia. Si cuando empieza a sonar el himno hay un nivel significativo de pitidos y abucheos, el Príncipe sólo necesita un gesto, un sencillísimo gesto, para acabar de un plumazo con toda la pantomima: levantarse de su asiento y abandonar el palco para no volver. Si eso ocurre, me juego los cojones a que el partido quedará suspendido antes de que transcurran cinco minutos. Villar, atrapado en una situación imposible, no tendrá más remedio que dar por el móvil las instrucciones necesarias, pues cualquier otra cosa sería un escándalo descomunal, mucho mayor que la suspensión del partido.

La cuestión es si Don Felipe va a tener el valor o el sentido del deber necesarios para dar este paso (o pasos). En verdad espero poquísimo de él, viniendo como viene de una dinastía mediocre, que llevó a la anterior gloriosa corona española a un larguísimo período de decadencia. Imposible olvidar a aquel Fernando VII, a ese Alfonso XIII que huyó como una rata ante cuatro pelagatos republicanos, o a su padre, Juan Carlos I, metido hasta las cejas en el 23-F, y totalmente indiferente ante la desintegración nacional de los últimos 30 años. En cuanto al propio Felipe, está casado con una progresista militante y le gusta alternar con rebeldes millonarios como Joaquín Sabina, pero hasta ahora parece ,recalco lo de parece, tener algo más de decencia que el padre. Lo del partido de hoy parece una simple anécdota, pero es algo mucho más trascendente: le permitirá al aún príncipe elegir entre ser Rey o un pelele más del sistema (por mucho que viva en las capas altas del mismo). Veremos de qué está hecho este hombre.

Sobre el partido en sí, que gane la Farsa: un trofeíto más para el armario que no hará mucho por ellos, pero que aumentará la ya antigua frustración de los racistas vascos.


¡¡HALA MADRID!!
Madridistas de Firgas

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