Estoy harto de las palabras vacías, las frases hechas, los
lugares comunes. Estoy, para que se me entienda, harto de que se diga un año
tras otro año tras otro año que no se pueden mezclar el deporte y la política
pero que, cuando los presidentes culerdos utilizan su club como plataforma
reivindicativa secesionista, nadie haga nada o diga más que eso: "No se
pueden mezclar deporte y política. Niño malo". Pero el caso es que sí se
pueden mezclar porque es lo que viene haciendo históricamente el Fútbol Club
Barcelona. El domingo, sin ir más lejos, volverá a hacerse. Sandro Rosell, ese
hombre que quiere que los niños de la cantera bailen una sardana cuando marquen
un gol y dediquen sus éxitos "al país", mezclará impunemente deporte
y política, animado por amplios sectores independentistas, creando un caldo de
cultivo tan asqueroso que cualquier día ocurrirá una desgracia.
Si, según el buenismo, según el periodismo deportivo de este
país, siempre pendiente de no pisar un charco para no ensuciarse las botas, no
se pueden mezclar deporte y política pero hay un club que lo hace reiterada e
insistentemente, ¿qué hacer?, ¿A la cama sin cenar?... Por lo demás, Rosell
hace lo que hace en un momento político, social y económico concreto y
determinado, con España mal y con una Generalitat que solo hace joder. Y lo que
yo digo es algo tan fácil como que si la Farsa es más que un club el Real
Madrid también lo es. El Barcelona es más que un club porque representa unos
ideales determinados dentro y fuera del campo, pero es imposible volver la cara
ante una realidad: el Real Madrid también representa unos ideales radicalmente
opuestos a los del Barcelona.
¡¡HALA MADRID!!
Madridistas de Firgas.
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