lunes, 12 de noviembre de 2012

Especialidad acuática


El Madrid visitaba el Ciudad de Valencia, que es un campo un poco frío en el que se reúnen los solitarios valencianos con la excusa de que allí juega el Levante. El Levante es como la colombicultura, sólo que en vez de palomas sueltan un balón. Su simpático entrenador había dicho horas antes que el Madrid, si no se terminan las jugadas, no perdona. Es decir, que contra el Madrid hay que acabar las frases.

Sin embargo, el campo no daba para mucho. El árbitro, Muñiz Fernández, con esa pinta que tiene de dueño de fincas cafeteras, de malo de novela mexicana, consideró que ahí se podía jugar algo aproximado al fútbol, un fútbol de plomo, como de playa. Por si la lluvia y el pésimo estado del césped fueran poco, el partido estuvo condicionado en su inicio porque a Cristiano le abrieron una ceja. La lesión era más propia del boxeo, cosa que se entiende al estar implicado David Navarro. Parecía que Cristiano lloraba sangre y después, con el ojo hinchado, tenía la mirada dulce de crack roto de los boxeadores.


Poco después, Ballesteros le pegaba otro golpazo a Callejón. Ballesteros, enaltecido por la prensa como veterano, se mueve en el campo como un capataz. Él y David Navarro son los cazarrecompensas de nuestro fútbol. Si a Callejón se le desplomaba el peinado, el de Ramos le desaparecía. Sólo Pepe seguía siendo Pepe. La lluvia no sólo hacía imposible el juego y eliminaba al juego de toda belleza, sino que deshacía el look del futbolista. Todo se despersonalizaba, llevaba a una forma de fútbol ingenuo, infantil, difuminándose la táctica y la influencia del entrenador. En ese fútbol de recreo, el Madrid se iba manejando, menos cojo tras la vuelta de Coentrao.

En el campo había poco ruido. La gente cuando llueve grita menos y no aplaude porque tiene que agarrar el paraguas. Es decir, que si al público se le da un paraguas se le adormece. En un balón parado que quedó suelto, tras controlar con su muslo, marcó Cristiano. Un gesto rápido de delantero centro oportunista, que era su papel ayer. Cristiano celebraba el gol entre la alegría de algunos madridistas valencianos, probablemente la forma más conseguida y ligera de español.

Hasta el final del primer tiempo, por culpa del estancado césped, el fútbol sonaba como si le estuviesen pegando una paliza a la pelota. En el descanso, Mourinho quitó a Cristiano y colocó a Albiol en el centro del campo. No fue la noche de Albiol, la verdad, que estuvo como quien juega a la piñata y casi provoca un gol levantinista.

El Madrid salió muy bien, serio. Pepe remató solo en un córner, Di María, muy vivo toda la noche, tuvo otra buena ocasión y hasta se falló un penalti. Lo cometió Navarro sobre Callejón en una segunda instancia. La primera entrada no lo fue, la segunda quizás. Eso pasa, David, por ser reincidente en las cosas.

Falló Xabi. Yo lo vi venir porque me parecía que Xabi a lo que iba era a jugar al cricket. Tras el perdón, llegó el gol de Ángel, más rápido -de tan bajito- que Pepe. Después pudo marcar Juanlu. Se entraba en la trama de las películas de terror, y ese perdón ante Casillas sólo podía significar una cosa…

En estas entraba Morata, y no había que ser pitoniso para saber lo que iba a pasar. Xabi lanzó una falta con rosca, de esas faltas que tienen más rosca si el que está esperándolas es un delantero, y Morata, que es como estar viendo a Morientes otra vez, peinó con elegancia a la red de la portería levantinista. El Madrid salvaba los muebles y evitó distanciarse de su más directo rival y que los ‘periolistos’ cantaran alegres las desgracias madridistas, que es lo que desean.

Luego hubo alguna contra de Di María, pero la verdadera preocupación de esos contragolpes estaba en si le iba a dar tiempo a llegar a la pelota. Y Kaká salió a jugar de mediapunta de forma testimonial, leve, inofensivo. El árbitro, permisivo con los charcos y con Ballesteros, pitaba el final del partido y el Real Madrid se iba de la piscina con tres puntos más.

¡¡HALA MADRID!!
Madridistas de Firgas.

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