Esto se veía venir. La veda estaba levantada desde hace
mucho tiempo. El corría como un búfalo por todos los campos de España. Como
corren los búfalos, poderosamente, pero, al mismo tiempo, mansamente. Sin
meterse con nadie, ni hacer apenas faltas, buscando siempre el balón para
perforar la portería contraria con sus temibles disparos. No se le ha visto
nunca escupir a ningún contrario. Ni dar a nadie un puñetazo por la espalda. Ni
mucho menos lanzar un balonazo a un espectador. Ni tampoco liarse a tortas con ningún
rival. Lo suyo era jugar al fútbol y golear.
Por eso los caciques de la pradera, y demás forajidos de los
medios, no lo podían aguantar. Y levantaron la veda del búfalo. Primero le
llamaron chulo, por ser guapo y tener dinero. Luego pusieron precio a su cabeza
para que todos los bandidos que andan por la pradera del fútbol español pudieran
cazarlo impunemente. "Lo queremos vivo o muerto" decían los
pregoneros de los medios de todo el país en todos sus titulares, en todos sus
programas de radio y de televisión, semana tras semana y dia tras dia.
Por eso todos sabían que se le podía golpear impunemente, en
especial los árbitros, que con él se han comportado como los peores cazarrecompensas
de la peor calaña. Patadas, agarrones, cabezazos, empujones, codazos. Todo
valía para cazar al búfalo en la pradera del fútbol español. Los árbitros no
pitaban ni falta, y si nuestro pobre búfalo mugía acosado por tanto forajido
que quería acabar con él, encima le sacaban tarjeta a él.
Los caciques y los forajidos de todo el fútbol español
fueron estrechando el cerco. El domingo lo emboscaron en el Ciudad de Levante.
Uno de ellos, de los más renombrados del país con numerosos antecedentes
penales y varias condenas de prisión a sus espaldas, lo cazó con el codo en el
minuto uno del partido rompiéndole la ceja. Nuestro búfalo se desplomó
sangrando sobre el césped de la pradera. Malherido, no pudo acabar el partido.
Desde el cuartel general de los forajidos y caciques de la pradera se levantó
un murmullo de satisfacción: ¡ya lo tenemos! Pero antes de irse, nuestro búfalo
se levantó y les contestó por toda la escuadra con un gol de los suyos. Los
forajidos no se lo podían creer. "¡Ni pegándole un tiro conseguimos acabar
con él!" murmuró Freixa, que es el forajido que mueve los hilos del
reglamento en la pradera de nuestro fútbol.
¡¡HALA MADRID!!
Madridistas de Firgas.
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