No sé si el dinero da la felicidad, pero generalmente da el
bienestar, así que en lo que a mí respecta, mejor tenerlo en grandes
cantidades. Pero una cosa es cierta: el exceso de dinero, sobre todo si llega
rápido, puede volver loco a cualquiera con facilidad, algo que vemos tanto en
personas como en clubes de fútbol. Así, los intentos recientes de crear un poder
futbolístico, sin tener base histórica, “a golpe de talonario” (¿alguien usa
cheques todavía?), han sido más bien fallidos. Ahí tenemos al Chelsea, comprado
por el ruso Abramovich (ultramillonario a los 30 años gracias al petróleo).
Aunque en la última década contaron con un presupuesto, básicamente, ilimitado,
han sido incapaces de imponer siquiera un poco de dominio europeo. Tan sólo se
acercaron a ello cuando le dieron la dirección del equipo al mejor entrenador
del mundo, José Mourinho, pero ni él logró compensar los caprichos y la
desorganización proveniente del despacho más importante del club, el del
presidente
Así, no lograron hacerse con la Champions League hasta la
última final, con Di Matteo -un entrenador de emergencia- al frente y una
enorme dosis de suerte. Ahora se cargan al italiano, que hizo un milagro el año
pasado y está arriba en la Premier, por el terrible pecado de perder en Rusia y
no ganar ninguno de sus dos partidos contra un grande europeo como la Juventus.
¿Pensaban que por ganar la Champions de chorra el año pasado ahora iban a ser
el equipo dominador o qué? En fin, que después de gastar lo que no está escrito
y volver a invertir otro chorro de millones este año, en fútbol siguen siendo
unos paletos. A ver qué chifladura se le ocurre ahora al ruso.
El siguiente ejemplo, aún más llamativo si cabe, es el del
Manchester City, segundón de segundones en Europa durante décadas, rápidamente
elevado al colorín y los fichajes muchimillonarios tras ser comprado por unos
ricos. Después de experimentar una temporadita con el inglés Mark Hughes como
entrenador, le dieron el mando del equipo a Roberto Mancini, el entrenador que
hizo campeón al Inter después de muchísimo tiempo. La carrera del italiano
estaba destinada a grandes cosas, pero el City quizá no es el proyecto que le
convenía. Simplemente, ahora tiene demasiados juguetes a su disposición, y
parece que se le está reblandeciendo el cerebro. Sólo así se explica que,
teniendo dos laterales derechos muy buenos, se lanzara al fichaje de un Maicon
ya decadente, y que haya hecho cosas parecidas en todas las líneas cada año,
vendiendo y comprando (por más de lo que valen) jugadores sin un criterio
definido. Hablando pronto y mal, al City se ha hecho un cacao que ni pa qué. Su
última ocurrencia ha sido contratar a Chiqui Beguiristáin, hombre preparadísimo
porque estuvo en la Farsa (ya me dirán qué otra cosa tiene).
De este modo, pese a su tremendo potencial de plantilla, los
celestes se llevan palos en Europa un año así y el otro también. Su actual
temporada de Champions ha sido tan desastrosa como la anterior (aunque este año
en un grupo letal), y hoy se enfrentan al peor cliente posible: el Real Madrid,
emperador absoluto del continente europeo. Ellos lo ven como una oportunidad
para reivindicarse, pero lo único que van a lograr es ser escachados como
cucarachas. No es que nos caigan mal, es que debemos cumplir con nuestro deber.
Probablemente los ingleses ataquen a muerte y eso será su perdición. Ese juego
nos dará muchas ocasiones de machacarlos al contragolpe, gracias a
especialistas como Cristiano, Di María y Benzema, el tío con mejor técnica del
mundo. Sí, porque coño, que alguien me diga quién la toca actualmente mejor que
el francés. El hormonas no, desde luego; luego Cristiano es un coloso, pero no
tan fino; Ibrahimovic es demasiado tronco; tan sólo el gran Karim recoge las
esencias de esa escuela franco-mora de la que Zidane fue máxima gloria y
exponente. Nuestro 9 está en una forma espectacular, y esperemos que hoy dé
otra exhibición en su competición preferida.
¡¡HALA MADRID!!
Madridistas de Firgas.
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