Algunos agoreros señalaban, hace apenas quince días, que el
Real Madrid andaría el 6 de marzo de 2013 con la cabeza gacha, fuera de la
Liga, fuera de la Copa y fuera de la Champions. Hoy, esos agoreros están
escondidos. Porque el Real Madrid ganó al Manchester United en Old Trafford,
remontando un autogol de Sergio Ramos y aprovechando treinta y cinco minutos de
los Diablos Rojos con diez por expulsión de Nani. La salida de Modric fue
providencial, marcó el empate y movió al equipo con soltura para lograr la clasificación
con un segundo gol, de Cristiano Ronaldo. Wembley está más cerca y la temporada
no hace sino empezar... El Rey de Europa está aquí.
Desde el principio, el Manchester United dejó bien claro
cuál era su planteamiento de partido. Los de Ferguson, que jugaron sin Rooney
ni Kagawa en el once inicial, se plantaron con dos líneas de cuatro sin dejar
espacios frente a De Gea, dándole el balón al Madrid. Su única intención
ofensiva era cazar una contra, para lo que alineó a Welbeck a pegarse con
Varane y Ramos, o aprovechar una jugada a balón parado.
El Madrid, mientras, era incapaz de encontrar espacios para
romper la sólida defensa planteada por el United. Con Özil desaparecido, la
tremenda carga emocional que Sir Alex Ferguson, viejo zorro, cargó sobre los
hombros de Cristiano Ronaldo repercutió negativamente en el fútbol del
portugués. Cristiano estuvo acelerado, demasiado preocupado porque todos los
ojos estaban depositados sobre él: impreciso y acelerado, su influencia en el
primer tiempo fue mínima. Di María, para colmo de males, se lesionó justo antes
del descanso y entró Kaká.
Todo lo contrario de lo que sucedió con tres actores
invitados que estuvieron cerca de la perfección en la primera parte. El primero
de ellos, Varane, mostró de nuevo que no sólo el futuro es suyo, sino que el
presente ya comienza a serlo: de nuevo fue un espectáculo en tareas defensivas.
Coentrao, al que la frase de "costó 30 millones" comienza a
abandonarle, plantó un muro por su lateral. Y Khedira hizo todo el trabajo de
contensión sin pestañear: robó, cortó y confeccionó. Pero era poco, demasiado
poco, porque pese al trabajo incansable de Higuaín en la presión, a la solidez
táctica de Xabi Alonso y al buen partido de Ramos en el cruce, no tanto en el
juego aéreo, no daba para mucho más que para un tiquitaca insulso y sin
profundidad. Es más, el mayor peligro llegaba por parte de los Diablos Rojos,
con un zapatazo al palo de Vidic y algún que otro susto más bien abortado,
alguno de segundas, por Diego López.
Pero el segundo tiempo fue un huracán, tras el pobre primer
tiempo. Todo comenzó con un autogol de Sergio Ramos, metiendo el pie en el área
pequeña tras un centro de Nani que iba a ninguna parte. El gol sirvió, por fin,
de despertador para el Madrid, que empezó a acosar incesantemente el área de De
Gea y en una de ellas Rafael salvó bajo palos, mano previa y penalti al limbo,
un remate de Varane. La furia desencadenada del Madrid se adueñó del espíritu
de Nani, quien le pegó una patada sin sentido a Arbeloa que le mandó a la ducha
antes de tiempo: sí, tal vez rigurosamente, pero esto es la Champions y
contacto y juego peligroso lo hay.
Con diez, el United fue incapaz de contener el huracán
verde. Modric, que había entrado por Arbeloa, llegó y besó el santo dándole mucha
movilidad al equipo y con un buen gol desde fuera del área, lo que llevaba el
partido por lo menos a la prórroga. Y entonces apareció él, Cristiano, que ni
hiperventilado falta a su cita con el gol: el portugués cazó en el segundo palo
un centro-chut de Higuaín y mandó a la lona al United, a todos sus ex, de un
sólo zarpazo. No lo celebró, pero ya lo hizo todo el madridismo por él. El
Madrid, con el 1-2, estaba en cuartos, porque el United, en cuanto le tocó
mandar, no lo hizo: achuchó, jugaba en casa y tienen orgullo, pero se
encontraron con un Diego López soberbio en el tramo final. También hubo un tiro
al palo de Kaká, un muy buen Kaká otra vez, entre medias.
¡¡HALA MADRID!!
Madridistas de Firgas.
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